La forma abstracta no lo es tal en su razón intrínseca.
Es tan natural como toda forma creada por la naturaleza.
No puede descomponerse, superponerse ni retorcerse a voluntad y capricho de su creador.
Su naturaleza la obliga a ordenarse rítmicamente bajo la condición para la que fue creada.
La naturaleza nunca engendra cuerpos extraños en su mismo ser.